Érase una vez, un rey que tenía unos calcetines mágicos que concedían cualquier deseo. Cuando el rey murió, escondieron los calcetines en la tumba del rey en el jardín del castillo. Al cabo de unos años, el castillo se convirtió en una casa de campesinos y el jardín era el huerto.Una mañana, el hijo del campesino fue a plantar unas patatas y se encontró los calcetines, el hijo se los puso y se fue de paseo, entonces vió una heladería y le apeteció comprarse un helado pero no tenía dinero y dijo:
-¡Ojalá tuviera un helado!- y los calcetines se lo concedieron.
El hijo sin creérselo, probó otra vez y los calcetines también se lo concedieron.
El hijo, muy contento, fue a contárselo a sus padres. Les contó toda la historia a sus padres, pero sus padres no le creyeron. El hijo pidió un deseo y los calcetines se lo concedieron. Entonces, la familia de campesinos, se puso muy feliz y se los quedaron para siempre.
FIN